El perro de un abogado en Caracas entra a la carnicería del lado y se come un filete de lomito frente al carnicero.

El carnicero, indignado y molesto, va a la oficina del abogado y le pregunta: "Si un perro se mete a mi carnicería y se come un filete ante mis propios ojos, ¿tengo derecho a demandar que el dueño del perro me pague el filete?"
El abogado responde: "Por supuesto que sí".
Entonces (dice el carnicero) "¡págueme los 50 bolívares del filete que se comió su perro!".
El abogado saca un billete de 50 bolívares y se los entrega sin objeciones al carnicero, quien se devuelve a su negocio, apenado por haber desconfiado del abogado.
Una semana después, el carnicero recibe en su negocio una factura de cobro del abogado por 500 bolívares correspondientes a honorarios profesionales.
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