La leche no sólo es alimento para bebés, pues al formar parte de una dieta balanceada, se enriquece con abundante calcio, vitaminas y proteínas de primera calidad. Las vitaminas que contiene la leche pueden obtenerse por medio de otros alimentos.
No así las proteínas y el calcio, ya que en la leche revisten características especiales: el calcio es más abundante y se asimila mucho mejor, y las proteínas son de mayor calidad. Aunque en la actualidad se ve con malos ojos a la leche entera y se opta por las leches descremadas (light) y semidrescremada (low fat), resulta paradójico que los pueblos que se caracterizan por su buena salud y su larga vida han sido tradicionalmente grandes consumidores de leche entera.
Ventajas
La leche es nutritiva y recalcificante. Ayuda a prevenir ciertas infecciones intestinales, particularmente durante la infancia. Protege contra diversas formas de cáncer. No sólo es la fuente más rica de calcio entre los alimentos comunes, sino que también aporta lactosa (azúcar de leche), la cual provee el medio ácido ideal para la absorción del calcio y para el crecimiento de los benéficos lactobacilos en nuestro tubo digestivo. De todas las proteínas animales, la leche es preferible a las demás. Su principal proteína, la caseína, es la más completa que se conoce y, por ende, la más nutritiva, gramo por gramo.

Cuando no se es alérgico a la leche
Es de muy fácil digestión y su utilización en el organismo es más completa que con los huevos o la carne. La leche no produce residuos tóxicos. Es más dicho por los expertos, la leche sería el alimento perfecto, de no ser porque muestra deficiencias de minerales esenciales como el hierro, el cobre, el manganeso y el yodo.
Desventajas
La leche se cuenta entre los alimentos que más comúnmente ocasiona alergias. Si no está seguro de contarse entre los alérgicos a la leche, averígüelo absteniéndose uno a uno de sus alimentos favoritos durante unos días cada vez. Si al retirar la leche mejoran sus síntomas o se le ahuyenta la depresión, seguramente es alérgico.
Otro problema, distinto a la alergia, es la intolerancia a la lactosa. Este trastorno, muy común, se debe a la ausencia intestinal de cierta enzima, la lactasa, que nos ayuda a digerir la lactosa. Cuando la lactasa está ausente, ingerir la leche provoca cólicos, gases y diarrea. No obstante, ténganse en cuenta que en ocasiones la leche produce diarrea y malestar gástrico a causa de su alto contenido de bacterias o por el simple hecho de estar descremada.
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