Enrique Martin Morales. Ricky para el mundo. Kiki para su familia. Un ser humano. Un niño que quiso ser hombre. Un hombre que ahora es niño. A través de su libro Yo se encuentra a sí mismo y busca el entendimiento de la gente sobre la homosexualidad.

Para Ricky Martin las enseñanzas de Mahatma Gandhi son el punto de inicio de su reconciliación consigo mismo, con su familia, amigos, fans y el mundo. Ricky mira hacia atrás y observa sus logros, éxitos y fracasos, a través de ellos se da cuenta del camino recorrido y asume su futuro. Lo inicia con Yo, su primer libro, su biografía escrita para sanar su alma y corazón.
Sí, Enrique, Ricky y Kiki son la misma persona. Son el ser humano, el hombre, el hijo, el hermano, el cantante, el padre. Ricky Martin le dice a su público y a quien no lo es, que tiene un secreto, un secreto que no le permite vivir con honestidad. Ricky acepta su homosexualidad y admite que es un regalo de la vida.
Su infancia
Quién pensaría que la cuchara de madera que tomaba de la cocina de su abuela se convertiría en un micrófono, que los ojos de su familia serían los de sus miles de admiradores y, que su casa materna, cambiaría por un enorme escenario colmado de luces. Quién lo diría. Los domingos familiares en la casa de los Martin eran esperados por el chiquillo de seis años, quien "tomaba su cuchara" y cantaba horas y horas las letras de Menudo, y la de grupos norteamericanos de la época que escuchaban sus hermanos mayores: REO Speedwagon, Journey y Led Zeppelin.
Todos de pequeños soñamos con alguna profesión, ser abogados, ingenieros, doctores. Ricky soñaba con ser artista, Ricky quería ser artista. Y más que un sueño, era su pasión de pequeño, le encantaba sentir las miradas y aplausos de su familia. Hoy día los ojos y manos de su familia son sus fans, su gran fuente de energía e inspiración.
De pequeño buscaba los escenarios a como dé lugar, participó en obras escritas por una prima de ocho años, se anotaba de primerito en cualquier obra de la escuela e, incluso, fue monaguillo en la iglesia de su comunidad, para estar en un escenario, para brillar, sentirse vivo… hasta el sol de hoy.
Los abuelos

La separación de sus padres a los dos años, lo llevaron a convivir con sus abuelos paternos y maternos en extremo. De ellos obtuvo grandes enseñanzas que hoy día aplica con sus pequeños hijos.
Pero la marca personal de su abuela paterna, una mujer decidida, inteligente e independiente, lo colmaron desde pequeño. Era metafísica, le gustaba el arte, pintaba y hacía esculturas. Siempre estaba haciendo algo. Su bisabuela era maestra, así que la abuela creció en un aula, escuchando las clases de su mamá. Su abuela se graduó de la escuela superior a los 14 años, fue catedrática en la Universidad de Puerto Rico y escribió dos libros. Un día decidió irse a Boston para cursar una maestría, y no regresó a su país natal hasta culminarla.
En esta época moderna estos logros son comunes, pero hablamos de los años 40, “¡una mujer latina, en Boston y estudiando, tu abuela sí que era una mujer fuerte”, le comentó Sonia Sotomayor, jueza, hija de padres puertorriqueños, asociada a la Corte Suprema de los Estados Unidos, en un encuentro que tuvieron el día de su investidura.
Su abuela logró ver a su nieto exitoso. Pero el trabajo de Ricky los separó. Ya no se veían a menudo como de chico. La amplia agenda de Ricky, giras, discos, entrevistas, lo alejaron de ella su abuela; no había tiempo para visitarla ampliamente, "nunca teniendo suficiente tiempo para hacer las cosas que realmente importan".
En una ocasión, mientras estaba de viaje en Puerto Rico, aterrizó en helicóptero en el parque de pelota de su vecindario sólo para verla. "Le dije al piloto del helicóptero en el que iba: 'Necesito ir a ver a mi abuela. ¡Aterriza allí en ese parque! Y así pude verla otro momentito'".
La fama, los comerciales y Menudo
A los nueve años su padre lo llevó a un casting para comerciales de televisión. A los días lo llamaron para grabar el primero. Era un comercial de soda; recibió mil 300 dólares por ese trabajo y cada seis meses le llegaba un cheque por 900. Esto le encantó, le gustaba y además le pagaban muy bien. Luego vinieron muchos más, entró en el medio; un comercial llevaba a otro y como ya tenía experiencia los productores lo preferían. Se hizo famoso, la gente lo reconocía en la calle y eso a él le gustaba.
Sin embargo, para Ricky Martin, Menudo era una obsesión, no pensaba en nada más. Se sabía todas las canciones del grupo. Se dedicó a trabajar en cuerpo y alma para convertir su sueño en realidad: entrar a Menudo. Cuando lo logró dejó de ser un sueño y se convirtió en su realidad de todos los días. Allí se decidió el rumbo que tomaría su vida.

Luego de insistir por mucho tiempo, su padre lo llevó a una audición. Todo salió como lo esperaba, cantó, bailó y gustó. Pero no lo aceptaron por ser muy bajito de estatura. Esto le ocurrió de nuevo a los nueve meses, cuando le recomendaron jugar basquetbol. Y la tercera fue la vencida, aunque no había crecido mucho, esta vez su estatura no importunó a los seleccionadores.
"¡Pasaste la prueba, eres un menudo! Yo me quedé boquiabierto. Estaba feliz, claro, pero a la vez no lo podía creer. Me felicitaron, lo celebramos, pero lo realmente increíble fue que eso me lo dijeron a las 7.00 de la noche, y al día siguiente a las 8.00 de la mañana ya estaba en el avión camino a Orlando, Florida, donde se encontraba la base del grupo. En menos de 24 horas, mi vida cambió por completo".
Su debut con Menudo se realizó en el Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré en San Juan de Puerto Rico. Ricky Meléndez salía de la agrupación y lo presentó. Ricky cantó por primera vez. Estaba tranquilo, seguro y determinado… el público lo ovacionó. Cuando Ricky escuchó los aplausos confirmó que cantaría para siempre. Allí comenzó la buena vida, hoteles cinco estrellas y viajes en avión privado por el mundo entero.
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