"Ahora que lo pienso, me doy cuenta de que todo lo que hacía en esa época –inclusive cuando estaba actuando-tenía que ver con la música".

La actuación renovó en Ricky las ganas de trabajar de nuevo, de subir a un escenario, de ver las caras del público y escuchar sus aplausos. Otra vez quiso cantar. Gracias a la oportunidad que se desprendió con la novela y la película, un productor de Sony Music se fijó en él y le ofreció su primer contrato como solista. Para ese momento Ricky contaba con 18 años, estaba feliz, podría expresarse como quisiera, era su sueño hecho realidad.
De inmediato firmó sin pensar en nada, sin consultar tan importante decisión. Y sí, fue una equivocación, una gran equivocación. El representante se aprovechó de lo joven e inexperto de Ricky, dándole un contrato en el que le daba poco más de un centavo de regalías por cada disco. Luego, Ricky se dio cuenta de su error, pero ese fue el comienzo de lo grandioso, el comienzo de su éxito. Así que grabó su primer disco Ricky Martin, producido por Mariano Pérez, en paralelo con la telenovela Alcanzar una Estrella II.
El disco salió a la venta en 1991 y fue un exitazo. Logró su primer disco de Oro y volvió a las giras. Volvió a reencontrarse con su público, los aplausos, los gritos de sus fans, con la música. A raíz de esto, su madre se fue a México a vivir con él, durante ese tiempo compartió y disfrutó de su compañía. Ya como hombre, con madurez.
Ricky agradece a su madre haberlo inmiscuido en la música latina. Él y sus hermanos sólo escuchaban música anglosajona. Un día los llevó obligados a ver un concierto de la Fania All Stars, quedó maravillado y agradecido. En México se reencontró con sus raíces gracias a su mamá, quien le compraba discos de Celia Cruz, Fania, El Gran Combo y Gilberto Santa Rosa. Siempre le agradeció por ello.
Dos grandes amores, dos grandes mujeres
Ricky conoció a una mujer alta, esbelta, blanca, elegante, presentadora en México de un gran programa. De ella se enamoró, se conocieron a fondo, profundo, se amaron e integraron. Ella le daba paz, tranquilidad y serenidad. Sin embargo, a los 18 años no es eso lo que se quiere. Quieres volar, disfrutar, vivir y, por supuesto, una relación seria no era importante para él en ese momento. Así que se dispuso a disfrutar con muchas mujeres jóvenes, adultas, maduras, solteras, casadas, viudas… También experimentó con hombres.
Entre tantas aventuras conoció a una mujer contraria a la primera, igual de fuerte, que lo impactó, lo amarró, una mujer intensa, pasional y prohibida. Una megamujer que lo volvía loco, con su cuerpo, su olor, sus movimientos. Una mujer cuyos pechos creaban en él una fascinación y obsesión.
Pero un buen día esta mujer le partió el corazón. “Un día la llamé por teléfono y al contestarme y escuchar mi voz dijo: ¡”Ay, Gabriel, ahora mismo tengo dolor de cabeza, te llamo cuando me levante!. El hecho de que estuviera haciendo como si yo fuera Gabriel (su asistente), quería decir que ella estaba durmiendo donde debía estar durmiendo, con su esposo”. Y sí, esto fue muy doloroso para Ricky. Sufrió y lo superó. Todo pasa.
Los Ángeles y otro amor

Durante su estadía en Los Ángeles conoció a un hombre en una emisora de radio, un hombre buenmozo, simpático que lo cautivó de inmediato con su mirada. Se conocieron, se intercambiaron números e iniciaron una relación que lo envolvió y enloqueció. Estuvo a punto de dejar todo lo que tenía por él, por ese hombre. Pero él no quiso, no se lo permitió. Le dijo: "Tú tienes tu misión muy clara, Ricky. Tú mueves masas, tú llegas a la gente. A mí me falta mucho, y si en un futuro algo pasa, tú vas a achacarle lo negativo a esto, a mí; que yo te detuve".
Por mucho tiempo le dolió, sufrió, se sentía solo, triste. Su mamá notó su tristeza. Y le preguntó: "Kiki, ¿tú estás enamorado? Sí mami, estoy enamoradísimo, le respondí. Ahhhh, me dijo. ¿Y estás enamorado de un hombre? Sí mami, es un hombre".
Por mucho tiempo permaneció Ricky perdido en el abismo de su sexualidad. Le aterraba pensar en lo que había sentido por un hombre. Ante tanta desesperación pidió dos semanas de vacaciones a la productora de General Hospital. Se dirigió a la montaña, allí esquió, escribió canciones, leyó y pensó. Contaba con un teléfono para avisar a su familia y amigos cómo se encontraba. En el frente de la cabaña había un árbol grande, frondoso al cual subió. Recordó su infancia en casa de sus abuelos y lloró. Desconsoladamente lloró. Cuando se calmó regresó a la cabaña y el teléfono sonó, era su padre avisándole de la muerte de su abuelo. La noticia lo impactó. Sintió desde ese momento la necesidad de conectarse con su espiritualidad, con su yo.
RICKY MARTIN, FRASES EN YO