Actualmente existe una discusión y revisión profunda sobre la necesidad de aplicar el examen mamográfico a todas las mujeres o solo aquellas que realmente lo requieran.

Al pronunciarle la palabra "mamografia", cualquier mujer arruga la cara. Esa mueca de incomodidad con rasgos de negación expresa el evidente trauma en el que se convierte para ellas realizarse este examen.
Aunque la tecnología ha permitido la invención de aparatos cada vez menos agresivos, la mamografía sigue siendo una de las pruebas más incomodas de la feminidad.
El examen consiste en la presión que ejercen dos placas entre las cuales se coloca cada seno. A pesar de que algunos son rápidos, solo el hecho de apretar la mama genera un dolor intenso muchas veces innecesario para la mujer.
He ahi el dilema actual de su importancia. Ciertamente, esta radiografía logra una visión perfecta de los tejidos y posibles lesiones presentes en el seno. Es el primer método por medio del cual se puede comprobar la existencia de un cáncer de mama en cualquier etapa. El 35% de los casos han tenido buen pronóstico gracias al diagnóstico a través de la mamografía.
No obstante, no garantiza que el resultado sea cierto. Un estudio publicado por la BBC Mundo indicó que este examen provocó "que hasta 30% de los casos detectados fueran sobrediagnósticos y no necesitaban someterse a tratamiento".
La discusión plantea entonces que solo aquellas mujeres en las que se palpe una malformación deben realizarse esta radiografía.