En 1750 tuvo lugar el movimiento artístico que se encargó de desplazar al Rococó como vanguardia, alentados por las antiguas ciudades de Pompeya y Herculano, el Neoclasicismos se caracterizó por su racionalidad, sencillez, claridad y equilibrio.

Claramente el término explica lo que en realidad fue el neoclasicismo, o su fuente de inspiración: el mundo clásico de las antiguas ciudades de Grecia y Roma. Dicha “revelación” por parte del pasado fue el motor de cada uno de los artistas que obtuvieron éxito en sus obras, estos se veían afectados por el arte antiguo; su deseo era reflejar la sencillez y perfección de estas obras, plasmar la excelencia de estas, por eso en sus trabajos predominaba el dibujo ante el color, así se simbolizaba la importancia racional ante la emocional.

Al ser inspirados por las obras clásicas, su mayor fuerte fue la escultura, ya que no poseían bases o ejemplos de cómo pudo haber sido la pintura por aquellos días, de igual manera los cuadros que se lograron hacer, eran creados en base a la escultura clásica, es decir, el modelo que se tomaba para la fisionomía humana eran las esculturas. En general, se enfocaban en pintar a los hombres importantes de la antigüedad y en recrear sus acontecimientos, he aquí la razón por la cual, en los cuadros, pareciera que las personas estuvieran posando teatralmente, sin expresión alguna en los rostros.
Queda claro que la escultura fue el punto fuerte del movimiento, sus temas principales, eran los que ya estaban reflejados en otras esculturas clásicas, igualmente buscan esas formas sencillas y serenas, de superficies lisas y volúmenes concluidos. Los neoclásicos se encargaron de adecuar una estética que aspiraba al rigor teórico teniendo como base el dibujo, resultando de esto la gran severidad academicista de los tiempos venideros.
