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El origen real de las alucinaciones nocturnas

En ocasiones pasa que al despertarnos y abrir los ojos vemos cosas muy desagradables que llegan asustar causando mied, estas alucinaciones son conocidas como la parálisis del sueño, ésta ocurre cuando despertamos, pero nuestro cuerpo no lo hace. Somos perfectamente conscientes de que ya no estamos soñando, pero somos incapaces de mover un solo músculo

Parálisis del sueño.
La parálisis del sueño sucede se despierta de un sueño, pero el cuerpo no lo hace. Somos perfectamente conscientes de que ya no estamos soñando, pero somos incapaces de mover un solo músculo. Aunque nuestra vida no corre peligro, pues los músculos respiratorios siguen funcionando automáticamente, la situación genera una gran angustia, máxime teniendo en cuenta que, como le ocurrió a Ramón, la parálisis está acompañada en muchas ocasiones de alucinaciones, ansiedad y una extraña presión en el pecho. La primera vez que se sufre es tremendamente desagradable: se tiene una sensación de muerte inminente.

La buena noticia es que las parálisis del sueño son cortas, y no suelen durar más de un minuto. La mala es que, aunque es común que aparezcan de forma aislada en individuos sanos, hay personas (se cree que en torno al 6% de la población) que las sufren de forma recurrente, entre una vez al año y una vez al mes, y en episodios más largos. La parálisis es, además, uno de los síntomas más frecuentes de la narcolepsia, uno de los más graves trastornos del sueño.

Cuando nos acostamos la actividad de nuestro cuerpo y mente se relentiliza pero, tras alcanzar el sueño, la actividad cerebral vuelve a acelerarse en la fase REM (Rapid eye movements, en español, “movimientos oculares rápidos”). Es en esta fase, que suele durar entre en torno a dos horas y se desarrolla varias veces a lo largo de la noche, en la que vivimos los sueños más intensos.
Al entrar en la fase REM, el cerebro deja de segregar ciertos neurotransmisores, como el GABA o la glicina, con el fin de inducir un estado de parálisis. Se trata de una medida de seguridad. El cuerpo no puede moverse y, por tanto, la persona no puede actuar fuera de los sueños –lo que hace que no seamos sonámbulos a diario–. Normalmente, esta parálisis se detiene en cuanto la persona se despierta y nuestro cerebro vuelve a ser consciente del mundo real, pero, en ocasiones, el sistema falla. Una persona puede despertarse cerebralmente, y ser dueño de nuevo de su cuerpo, pero sin que este reaccione porque los neurotransmisores no se han reactivado.

En general, cuando sufrimos una parálisis del sueño, despertamos sobresaltados pero, al comprobar que estamos de una pieza, y al tratarse de un fenómeno extraño, poco conocido y esporádico, no le damos mayor importancia. Es por ello que los datos sobre su prevalencia son confusos. Aunque sabemos a ciencia cierta que le puede ocurrir a cualquiera y en cualquier momento, las parálisis suelen aparecer cuando el sueño no es todo lo profundo que debiera. Esto puede explicar porque es más común después de las noches de fiesta, pero también porque su presencia es mayor en verano, cuando el calor perturba nuestros sueños, en las siestas largas, en situaciones de estrés y cuando tenemos un sueño demasiado fragmentado o un horario irregular de descanso.

En los últimos tiempos la parálisis del sueño ha seguido asociada a lo paranormal. Según los psiquiatras Katharine Holden y Chritopher French el trastorno está detrás de numerosos supuestos testimonios de abducciones: más de la mitad de las personas que dicen haber sido visitadas por un alíen son en realidad víctimas de una parálisis del sueño con alucinación. En estas ocasiones, por mucho que nos extrañe, la verdad no está ahí fuera.