En 1812 el Libertador Simón Bolívar escribió desde Cartagena de Indias un manuscrito en el que explica al gobierno de Nueva Granada los factores que generaron la pérdida de la primera república de Venezuela .

En 1812, Simón Bolívar llega a Cartagena de Indias en Nueva Granada (Colombia) luego que se perdiera la segunda república en Venezuela y se viese forzado a salir al exilio. A pesar de la derrota Bolívar mantuvo firmes sus ideales de lucha. Se radica en Cartagena y escribe a las autoridades de la Nueva Granada unas páginas, exponiendo las causas políticas y militares que conllevaron a la perdida de la primera república de Venezuela.
Este manuscrito sería conocido como el Manifiesto de Cartagena. En el se reflejada el pensamiento libertario de Bolívar, fundamental en la historia de la independencia suramericana.
Un manifiesto según la Real Academia Española “es un escrito en que se hace pública declaración de doctrinas o propósitos de interés general”.
El Manifiesto de Cartagena alerta al gobierno de Nueva Granada sobre la implementación de las constituciones federales (contrarias a la ideas centralistas de Bolivar), la misántropia enlos gobernantes, el fanatismo religioso (hecho generado después del terremoto de 1812) y sobre todo la falta de un ejército profesional, preparado que pueda repeler ataques internos y externos del enemigo.
Manifiesto de Cartagena
Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño.15 de diciembre de 1812[Conciudadanos]Libertar a la Nueva Granada de la suerte de Venezuela y redimir a ésta de la que padece,son los objetos que me he propuesto en esta memoria. Dignaos, oh mis conciudadanos,de aceptarla con indulgencia en obsequio de miras tan laudables.Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de enmedio de sus ruinas físicas y políticas, que siempre fiel al sistema liberal y justo queproclamó mi patria, he venido a seguir los estandartes de la independencia, que tangloriosamente tremolan en estos Estados.Permitidme que animado de un celo patriótico me atreva a dirigirme a vosotros, paraindicaros ligeramente las causas que condujeron a Venezuela a su destrucción,lisonjiándome que las terribles y ejemplares lecciones que ha dado aquella extinguidaRepública, persuadan a la América a mejorar su conducta, corrigiendo los vicios deunidad, solidez y energía que se notan en sus gobiernos.El más consecuente error que cometió Venezuela al presentarse en el teatro político fue,sin contradicción, la fatal adopción que hizo del sistema tolerante; sistema improbadocomo débil y ineficaz, desde entonces, por todo el mundo sensato, y tenazmentesostenido hasta los últimos períodos, con una ceguedad sin ejemplo.Las primeras pruebas que dio nuestro gobierno de su insensata debilidad, las manifestócon la ciudad subalterna de Coro, que denegándose a reconocer su legitimidad, ladeclaró insurgente, y la hostilizó como enemigo. La Junta Suprema en lugar desubyugar aquella indefensa ciudad, que estaba rendida con presentar nuestras fuerzasmarítimas delante de su puerto, la dejó fortificar y tomar una actitud tan respetable quedejó subyugar después la confederación entera, con casi igual facilidad que la queteníamos nosotros anteriormente para vencerla, fundando la Junta su política en losprincipios de humanidad mal entendida que no autorizan a ningún gobierno para ser porla fuerza libres a los pueblos estúpidos que desconocen el valor de sus derechos.Los códigos que consultaban nuestros magistrados no eran los que podían enseñarles laciencia práctica del Gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que,imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política,presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofospor jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y sofistas por soldados. Consemejante subversión de principios y de cosas, el orden social se sintió extremadamenteconmovido, y desde luego corrió el Estado a pasos agigantados a una disoluciónuniversal que bien pronto se vio realizada.De aquí nació la impunidad de los delitos de Estado cometidos descaradamente por losdescontentos, y particularmente por nuestros natos e implacables enemigos losespañoles europeos, que maliciosamente se habían quedado en nuestro país, para tenerloincesantemente inquieto y promover cuantas conjuraciones les permitían formarnuestros jueces, perdonándolos siempre, aun cuando sus atentados eran tan enormes,que se dirigían contra la salud pública.La doctrina que apoyaba esta conducta tenía su origen en las máximas filantrópicas dealgunos escritores que defienden la no residencia de facultad en nadie para privar de lavida a un hombre, aun en el caso de haber delinquido éste en el delito de lesa patria. Alabrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdónsucedía otra conspiración que se volvía a perdonar; porque los gobiernos liberales debendistinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal, que contribuyó más que nada aderribar la máquina que todavía habíamos enteramente concluido!De aquí vino la oposición decidida a levantar tropas veteranas, disciplinadas y capacesde presentarse en el campo de batalla, ya instruidas, a defender la libertad con suceso ygloria. Por el contrario, se establecieron innumerables cuerpos de miliciasindisciplinadas, que además de agotar las cajas del erario nacional con los sueldos de laplana mayor, destruyeron la agricultura, alejando a los paisanos de sus lugares ehicieron odioso el Gobierno que obligaba a éstos a tomar las armas y a abandonar susfamilias.Las repúblicas, decían nuestros estadistas, no han menester de hombres pagados paramantener su libertad. Todos los ciudadanos serán soldados cuando nos ataque elenemigo. Grecia, Roma, Venecia, Génova, Suiza, Holanda, y recientemente el Norte deAmérica, vencieron a sus contrarios sin auxilio de tropas mercenarias siempre prontas asostener el despotismo y a subyugar a sus conciudadanos.Con estos antipolíticos e inexactos raciocinios fascinaban a los simples; pero noconvencían a los prudentes que conocían bien la inmensa diferencia que hay entre lospueblos, los tiempos y las costumbres de aquellas repúblicas y las nuestras. Ellas, esverdad que no pagaban ejércitos permanentes; mas era porque en la antigüedad no loshabía, y sólo confiaban la salvación y la gloria de los Estados, en sus virtudes políticas,costumbres severas y carácter militar, cualidades que nosotros estamos muy distantes deposeer. Y en cuanto a las modernas que han sacudido el yugo de sus tiranos, es notorioque han mantenido el competente número de veteranos que exige su seguridad;exceptuando al Norte de América, que estando en paz con todo el mundo y guarnecidopor el mar, no ha tenido por conveniente sostener en estos últimos años el completo detropa veterana que necesita para la defensa de sus fronteras y plazas.El resultado probó severamente a Venezuela el error de su cálculo, pues los milicianosque salieron al encuentro del enemigo, ignorando hasta el manejo del arma, y noestando habituados a la disciplina y obediencia, fueron arrollados al comenzar la últimacampaña, a pesar de los heroicos y extraordinarios esfuerzos que hicieron sus jefes porllevarlos a la victoria. Lo que causó un desaliento general en soldados y oficiales,porque es una verdad militar que sólo ejércitos aguerridos son capaces de sobreponersea los primeros infaustos sucesos de una campaña. El soldado bisoño lo cree todoperdido, desde que es derrotado una vez, porque la experiencia no le ha probado que elvalor, la habilidad y la constancia corrigen la mala fortuna.La subdivisión de la provincia de Caracas, proyectada, discutida y sancionada por elCongreso Federal, despertó y fomentó una enconada rivalidad en las ciudades y lugaressubalternos, contra la capital; ?la cual, decían los congresales ambiciosos de dominar ensus distritos, era la tirana de las ciudades y la sanguijuela del Estado?. De este modo seencendió el fuego de la guerra civil en Valencia, que nunca se logró apagar con lareducción de aquella ciudad; pues conservándolo encubierto, lo comunicó a las otraslimítrofes, a Coro y Maracaibo; y éstas entablaron comunicaciones con aquéllas,facilitaron, por este medio, la entrada de los españoles que trajo consigo la caída deVenezuela.La disipación de las rentas públicas en objetos frívolos y perjudiciales, yparticularmente en sueldos de infinidad de oficinistas, secretarios, jueces, magistrados,legisladores, provinciales y federales, dio un golpe mortal a la República, porque laobligó a recurrir al peligroso expediente de establecer el papel moneda, sin otrasgarantías que las fuerzas y las rentas imaginarias de la confederación. Esta nuevamoneda pareció a los ojos de los más, una violación manifiesta del derecho depropiedad, porque se conceptuaban despojados de objetos de intrínseco valor, encambio de otros cuyo precio era incierto y aun ideal. El papel moneda remató eldescontento de los estólidos pueblos internos, que llamaron al comandante de las tropasespañolas, para que viniese a librarlos de una moneda que veían con más horror que laservidumbre.Pero lo que debilitó más el Gobierno de Venezuela fue la forma federal que adoptó,siguiendo las máximas exageradas de los derechos del hombre, que autorizándolo paraque se rija por S mismo, rompe los pactos sociales y constituye a las naciones enanarquía. Tal era el verdadero estado de la Confederación. Cada provincia se gobernabaindependientemente; y a ejemplo de éstas, cada ciudad pretendía iguales facultadesalegando la práctica de aquéllas, y la teoría de que todos los hombres y todos lospueblos gozan de la prerrogativa de instituir a su antojo el gobierno que les acomode.El sistema federal, bien que sea el más perfecto y más capaz de proporcionar la felicidadhumana en sociedad, es, no obstante, el más opuesto a los intereses de nuestrosnacientes estados. Generalmente hablando, todavía nuestros conciudadanos no se hallanen aptitud de ejercer por S mismos y ampliamente sus derechos; porque carecen de lasvirtudes políticas que caracterizan al verdadero republicano; virtudes que no seadquieren en los gobiernos absolutos, en donde se desconocen los derechos y losdeberes del ciudadano.Por otra parte, ¿qué país del mundo, por morigerado y republicano que sea, podrá, enmedio de las facciones intestinas y de una guerra exterior, regirse por un gobierno tancomplicado y débil como el federal? No es posible conservarlo en el tumulto de loscombates y de los partidos. Es preciso que el Gobierno se identifique, por decirlo así, elcarácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres que lo rodean . Si éstosson prósperos y serenos, él debe ser dulce y protector; pero si con calamitosos yturbulentos, él debe mostrarse terrible y armarse de una firmeza igual a los peligros, sinatender a las leyes, ni constituciones, ínterin no se restablece la felicidad y la paz.Caracas tuvo mucho que padecer por defecto de la confederación, que lejos desocorrerla le agotó sus caudales y pertrechos; y cuando vino el peligro la abandonó a su suerte, sin auxiliarla con el menor contingente. Además, le aumentó sus embarazoshabiéndose empeñado una competencia entre el poder federal y el provincial, que diolugar a que los enemigos llegasen al corazón del Estado, antes que se resolviese lacuestión de si deberían salir las tropas federales o provinciales, o rechazarlos cuando yatenían ocupada una gran porción de la Provincia. Esta fatal contestación produjo unademora que fue terrible para nuestras armas. Pues las derrotaron en San Carlos sin queles llegasen los refuerzos que esperaban para vencer.Yo soy de sentir que mientras no centralicemos nuestros gobiernos americanos, losenemigos obtendrán las más completas ventajas; seremos indefectiblemente envueltosen los horrores de las disensiones civiles, y conquistados vilipendiosamente por esepuñado de bandidos que infestan nuestras comarcas.Las elecciones populares hechas por los rústicos del campo y por los intrigantesmoradores de las ciudades, añaden un obstáculo más a la práctica de la federación entrenosotros, porque los unos son tan ignorantes que hacen sus votaciones maquinalmente,y los otros tan ambiciosos que todo lo convierten en facción; por lo que jamás se vio enVenezuela una votación libre y acertada, lo que ponía al gobierno en manos de hombresya desafectos a la causa, ya ineptos, ya inmorales. El espíritu de partido decidía en todo,y por consiguiente nos desorganizó más de lo que las circunstancias hicieron. Nuestradivisión, y no las armas españolas, nos tornó a la esclavitud.El terremoto del 26 de marzo trastornó, ciertamente, tanto lo físico como lo moral, ypuede llamarse propiamente la causa inmediata de la ruina de Venezuela; mas estemismo suceso habría tenido lugar, sin producir tan mortales efectos, si Caracas sehubiera gobernado entonces por una sola autoridad, que obrando con rapidez y vigorhubiese puesto remedio a los daños, sin trabas ni competencias que retardando el efectode las providencias dejaban tomar al mal un incremento tan grande que lo hizoincurable.Si Caracas, en lugar de una confederación lánguida e insubsistente, hubiese establecidoun gobierno sencillo, cual lo requería su situación política y militar, tú existieras ¡OhVenezuela! y gozaras hoy de tu libertad.La influencia eclesiástica tuvo, después del terremoto, una parte muy considerable en lasublevación de los lugares y ciudades subalternas, y en la introducción de los enemigosen el país, abusando sacrílegamente de la santidad de su ministerio en favor de lospromotores de la guerra civil. Sin embargo, debemos confesar ingenuamente que estostraidores sacerdotes se animaban a cometer los execrables crímenes de que justamentese les acusa porque la impunidad de los delitos era absoluta, la cual hallaba en elCongreso un escandaloso abrigo, llegando a tal punto esta injusticia que de lainsurrección de la ciudad de Valencia, que costo su pacificación cerca de mil hombres,no se dio a la vindicta de las leyes un solo rebelde, quedando todos con vida, y los mascon sus bienes.De lo referido se deduce que entre las causas que han producido la caída de Venezuela,debe colocarse en primer lugar la naturaleza de su constitución, que, repito, era tancontraria a sus intereses como favorables a los de sus contrarios. En segundo, el espíritude misantropía que se apoderó de nuestros gobernantes. Tercero: la oposición alestablecimiento de un cuerpo militar que salvase la República y repeliese los choquesque le daban los españoles. Cuarto: El terremoto acompañado del fanatismo que logrósacar de este fenómeno los más importantes resultados; y últimamente las faccionesinternas que en realidad fueron el mortal veneno que hicieron descender la patria alsepulcro.Estos ejemplos de errores e infortunios no serán enteramente inútiles para los pueblosde la América meridional, que aspiran a la libertad e independencia.La Nueva Granada ha visto sucumbir a Venezuela; por consiguiente debe evitar losescollos que han destrozado a aquella. A este efecto presento como una medidaindispensable para la seguridad de la Nueva Granada la reconquista de Caracas. Aprimera vista parecerá este proyecto inconducente, costoso y quizá impracticable; peroexaminando atentamente con ojos previsivos, y una meditación profunda, es imposibledesconocer su necesidad como dejar de ponerlo en ejecución, probada la utilidad.Lo primero que se presenta en apoyo de esta operación es el origen de la destrucción deCaracas, que no fue otro que el desprecio con que miró aquella ciudad la existencia deun enemigo que parecía pequeño, y no lo era considerándolo en su verdadera luz.Coro ciertamente no habría podido nunca entrar en competencia con Caracas, si lacomparamos, en sus fuerzas intrínsecas, con ésta; más como en el orden de lasvicisitudes humanas no es siempre la mayoría de la masa física la que decide, sino quees la superioridad de la fuerza moral la que inclina hacia sí la balanza política, no debióel Gobierno de Venezuela, por esta razón, haber descuidado la extirpación de unenemigo, que aunque aparentemente débil tenía por auxiliares a la Provincia deMaracaibo; a todas las que obedecen a la Regencia; el oro y la cooperación de nuestroseternos contrarios, los europeos que viven con nosotros; el partido clerical, siempreadicto a su apoyo y compañero el despotismo; y sobre todo, la opinión inveterada decuantos ignorantes y supersticiosos contienen los límites de nuestros estados. Así fueque apenas hubo un oficial traidor que llamase al enemigo, cuando se desconcertó lamáquina política, sin que los inauditos y patrióticos esfuerzos que hicieron losdefensores de Caracas, lograsen impedir la caída de un edificio ya desplomado por elgolpe que recibió de un solo hombre.Aplicando el ejemplo de Venezuela a la Nueva Granada y formando una proporción,hallaremos que Coro es a Caracas como Caracas es a la América entera;consiguientemente el peligro que amenaza a este país está en razón de la anteriorprogresión, porque poseyendo la España el territorio de Venezuela, podrá con facilidadsacarle hombres y municiones de boca y guerra, para que bajo la dirección de jefesexperimentados contra los grandes maestros de la guerra, los franceses, penetren desdelas Provincias de Barinas y Maracaibo hasta los últimos confines de la Américameridional.La España tiene en el día gran número de oficiales generales, ambiciosos y audaces,acostumbrados a los peligros y a las privaciones, que anhelan por venir aquí, a buscarun imperio que reemplace el que acaban de perder.Es muy probable que al expirar la Península, haya una prodigiosa emigración dehombres de toda clase, y particularmente de cardenales, arzobispos, obispos, canónigosy clérigos revolucionarios, capaces de subvertir, no sólo nuestros tiernos y lánguidosestados, sino de envolver el Nuevo Mundo entero en una espantosa anarquía. Lainfluencia religiosa, el imperio de la dominación civil y militar, y cuantos prestigiospueden obrar sobre el espíritu humano, serán otros tantos instrumentos de que sevaldrán para someter estas regiones.Nada se opondrá a la emigración de España. Es verosímil que la Inglaterra proteja laevasión de un partido que disminuye en parte las fuerzas de Bonaparte en España, y traeconsigo el aumento y permanencia del suyo en América. La Francia no podrá impedirla;tampoco Norteamérica; y nosotros menos aún pues careciendo todos de una marinarespetable, nuestras tentativas serán vanas.Estos tránsfugos hallarán ciertamente una favorable acogida en los puertos deVenezuela, como que vienen a reforzar a los opresores de aquel país y los habilitan demedios para emprender la conquista de los estados independientes.Levantarán quince o veinte mil hombres que disciplinarán prontamente con sus jefes,oficiales, sargentos, cabos y soldados veteranos. A este ejército seguirá otro todavía mástemible de ministros, embajadores, consejeros, magistrados, toda la jerarquíaeclesiástica y los grandes de España, cuya profesión es el dolo y la intriga,condecorados con ostentosos títulos, muy adecuados para deslumbrar a la multitud; quederramándose como un torrente, lo inundará todo arrancando las semillas y hasta lasraíces del árbol de la libertad de Colombia. Las tropas combatirán en el campo; y éstos,desde sus gabinetes, nos harán la guerra por los resortes de la seducción y del fanatismo.Así pues, no queda otro recurso para precabernos de estas calamidades, que el depacificar rápidamente nuestras provincias sublevadas, para llevar después nuestrasarmas contra las enemigas; y formar de este modo soldados y oficiales dignos dellamarse las columnas de la patria.Todo conspira a hacernos adoptar esta medida; sin hacer mención de la necesidadurgente que tenemos de cerrarle las puertas al enemigo, hay otras razones tan poderosaspara determinarnos a la ofensiva, que sería una falta militar y política inexcusable, dejarde hacerlo. Nosotros nos hallamos invadidos, y por consiguiente forzados a rechazar alenemigo más allá de la frontera. Además, es un principio del arte que toda guerradefensiva es perjudicial y ruinosa para el que la sostiene; pues lo debilita sin esperanzade indemnizarlo; y que las hostilidades en el territorio enemigo siempre sonprovechosas, por el bien que resulta del mal del contrario; así, no debemos, por ningúnmotivo, emplear la defensiva.Debemos considerar también el estado actual del enemigo, que se halla en una posiciónmuy crítica, habiéndoseles desertado la mayor parte de sus soldados criollos; y teniendoal mismo tiempo que guarnecer las patrióticas ciudades de Caracas, Puerto Cabello, LaGuaira, Barcelona, Cumaná y Margarita, en donde existen sus depósitos, sin que seatrevan a desamparar estas plazas, por temor de una insurrección general en el acto desepararse de ellas. De modo que no sería imposible que llegasen nuestras tropas hastalas puertas de Caracas, sin haber dado una batalla campal.Es una cosa positiva que en cuanto nos presentemos en Venezuela, se nos agreganmillares de valerosos patriotas, que suspiran por vernos parecer, para sacudir el yugo desus tiranos y unir sus esfuerzos a los nuestros en defensa de la libertad.La naturaleza de la presente campaña nos proporciona la ventaja de aproximarnos aMaracaibo por Santa Marta, y a Barinas por Cúcuta. Aprovechemos, pues, instantes tanpropicios; no sea que los refuerzos que incesantemente deben llegar de España, cambienabsolutamente el aspecto de los negocios y perdamos, quizás para siempre, la dichosaoportunidad de asegurar la suerte de estos estados. El honor de la Nueva Granada exigeimperiosamente escarmentar a esos osados invasores, persiguiéndolos hasta sus últimosatrincheramientos. Como su gloria depende de tomar a su cargo la empresa de marchara Venezuela, a libertar la cuna de la independencia colombiana, sus mártires y aquelbenemérito pueblo caraqueño, cuyos clamores sólo se dirigen a sus amadoscompatriotas los granadinos, que ellos aguardan con una mortal impaciencia, como asus redentores. Corramos a romper las cadenas de aquellas víctimas que gimen en lasmazmorras, siempre esperando su salvación de vosotros; no burléis su confianza; noseáis insensibles a los lamentos de vuestros hermanos. Id veloces a vengar al muerto, adar vida al moribundo, soltura al oprimido, y libertad a todos.Cartagena de Indias, diciembre 15 de 1812.Simón Bolívar

Fuentes empleadas:
Edición menor por MN.
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